!ES PUMA! GERMAN DEHESA

Germán Dehesa

(03-Mar-2005).-
Como todo en este mundo, el futbol puede ser infinitamente desarmónico, aburrido e indigno, o puede ser dramático, intenso y maravilloso. En la semana que concluye, el aficionado mexicano pudo vislumbrar ambas facetas.

A principios de semana, los mercachifles del futbol (la FMF y los caciques electrónicos) nos prepararon dos insípidos e indigestos sopes: América-Cruz Azul y México-Colombia. Ninguno de los dos cotejos fue tomado en serio por los equipos contendientes, ninguno mostró el menor respeto por el público que, por lo visto, sólo funciona de colorido telón de fondo y proveedor de divisas; nada de esto nos da derecho a exigir que los equipos sean serios y que los jugadores de futbol jueguen futbol. A nosotros sólo nos queda aguantar vara (¿hasta cuándo?) y comernos sin chistar la bazofia que los amos nos despachan.

En el América-Cruz Azul los espectadores pudimos presenciar una especie de rodeo protagonizado por puros payasitos sangrones y aburridos. De lo único que se trataba era de aprovechar el arrastre del nombre de ambos equipos. A este respecto, todo funcionó a las mil maravillas: el público acudió en muy buena cantidad y los jugadores arrastraron bien y bonito el nombre de su equipo. La tragedia es que siempre hay paisanos ingenuos que asisten y hay aficionados igualmente ingenuos y ociosos (pregúntenme a mí) que encendemos el televisor y aguantamos a nalga firme esas patochadas dizque futbolísticas que sólo sirven de coartada para anunciar cervezas y productos maravillosos de Genoma Lab. En el segundo tiempo de este partido, ya casi no quedaba en la cancha ningún nombre cercana o lejanamente conocido. Los jilgueros electrónicos decían que era una oportunidad ideal para probar y dar a conocer a los chicos de la cantera de ambos equipos. Los famosos "chicos" son por lo pronto unos mataperros infumables que, sin mayor éxito, pretenden aprender futbol. Si el público hubiera incendiado el estadio yo diría que el resultado final sería un empate apenas justo; como no fue así, el público, como suele suceder, resultó el gran perdedor. Lo más penoso es que así seguirán las cosas hasta que alguien con la suficiente autoridad les diga al inútil de Decio y a sus cómplices que no tienen madre y que ya estuvo suave.

Minutos después del primer sope, nos sirvieron el segundo: México-Colombia. La afición de Culiacán, más perspicaz y más cuidadosa de su bolsillo, no llenó el estadio y se dispensó de ver a esta selección mexicana experimental enfrentada a una reunión de colombianos que andaban por ahí y que gustosamente se prestaron a decir que eran la selección de su país. Además del aburrimiento, lo más lastimoso resultó la incapacidad de nuestros aguiluchos para controlar y derrotar a este conglomerado colombiano que no tenía la menor articulación como equipo y que se dedicó a aprovechar la ingenuidad azteca y su extrema confusión en la línea media. Segundo sope y segundo empate. El espectador se quedó con ganas de dedicar su tiempo libre al ajedrez o a la jardinería avanzada.

Así llegó el sábado 26. Con esa imbatible e inexplicable esperanza que tenemos, nos dispusimos a ver el esperado juego entre Cruz Azul y Pumas. ¡Qué partidazo!. Ésta fue una de las raras ocasiones en que un partido que genera enormes expectativas, no tan sólo las cumple, sino que las rebasa. Los que vimos este juego vimos futbol sustantivo, bien jugado, intenso, recio, sin concesiones, implacable. Cualquiera podría haber ganado; ninguno merecía la derrota. Ambos conjuntos tuvieron pasajes de futbol de primera calidad. Las defensivas trabajaron a muerte. Prueba de esto fueron el golpazo que recibió Jaime Lozano y la zoquetiza que al Chelito le administraron entre Bernal y Beltrán. Lozano abandonó el campo con el rostro ensangrentado; y Chelito no se fue, pero se quedó nomás a causar lástimas; estaba totalmente desmadejado y, en cuanto le caía una bola, se deshacía de ella como diciendo: este holocausto náhuatl no es mi bronca, yo soy del Rosario Central. El "Barullo" Marioni por fin pudo meter su primer gol en este torneo. Cual corresponde a su apodo, recibió un magnífico centro de Aílton, se hizo bolas con la bola, la recuperó mediante succión, trazó una hermosa tijera y con esto se selló el empate a dos. Fue un juego memorable. Es muy difícil escoger al jugador más destacado, pero yo me inclino por el "Kikín" Fonseca que es una mezcla magnífica de buen futbol, de rendimiento físico, de caballerosidad y de buena relación con el público. Los insultos que le dedicó la porra Puma definen a estos cobardes soeces, pero no tienen nada que ver con Fonseca. Un gran juego que muestra lo hermoso e intenso que puede ser el futbol cuando se vive con entera seriedad.