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FESTEJO DEL BICAMPEONATO
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FESTEJO DEL BICAMPEONATO
El grito de "Hugo... Hugo... no te vayas..." fue las frase que miles de voces corearon una y otra vez fundidas con goyas y el himno puma durante la celebración auriazul, que la madrugada de ayer llenó calles en toda la ciudad de México, pero que tuvo su pináculo a lo largo de las avenidas Florencia, Reforma y Medellín, luego de conquistar el bicampeonato del futbol mexicano.
La espera para la celebración fue larga, pues aunque el juego terminó a las nueve de la noche, los integrantes del conjunto universitario llegaron al monumento a la Independencia hasta las dos de la mañana y muchos seguidores del equipo decidieron marcharse antes, a la una de la mañana.
Sin embargo, para la mayoría de aquellos miles el frío no fue impedimento. Esperaron y las chelas, los tamales, el atole, los cooler, las porras y las vueltas al Angel, así como los recordatorios familiares a Miguel Herrera, técnico del Monterrey, fueron el consuelo de los eufóricos fanáticos.
Antes de la llegada del equipo al monumento coreaban porras para cada uno de los integrantes del conjunto, pero una vez que el grupo estuvo frente a ellos la petición principal fue que Hugo Sánchez no deje la dirección técnica de Pumas.
Los aficionados comenzaron a llegar casi inmediatamente que terminó el partido. Los primeros fueron aquellos que salieron de los bares y restaurantes de la Zona Rosa. Poco a poco de todas partes comenzaban a llegar al Angel en motos, coches, bicicletas o a pie.
Las banderas con los colores universitarios llenaron los alrededores de la Columna de la Independencia, luego, la macha azul y oro, blanco y azul, se esparció sobre Reforma, desde Insurgentes hasta la Diana, por Florencia, desde Avenida Chapultepec, luego desde Reforma hasta Durango, por Medellín.
De manera lenta pero constante los seguidores universitarios llegaban como en oleadas y los huecos se llenaron.
Después de las doce de la noche, cuando al menos era tres horas de espera, los policías de la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal ya no pudieron pasar entre los apasionados partidarios del equipo del Pedregal para quitarles las botellas o botes de chela, a fin de que no fueran utilizadas como proyectiles para agredir a otros asistentes.
Hacia la una de la mañana, cuando muchos de los asistentes decidieron retirarse, a algunos ya no bastaron las porras y los goyas y desesperados por querer estar cerca de sus ídolos comenzaron a lanzar proyectiles contra los uniformados que resguardaron el Angel de la Independencia, aunque no hubo ningún lesionado.
La celebración se desarrolló en calma y sin actos violentos. Hasta la una y media de la mañana los reportes policiacos daban un solo detenido por faltas a la moral.
El esplendor de la celebración llegó a las dos de la mañana, cuando por la avenida Chapultepec y Florencia aparecieron dos turibuses. En el primero venía el equipo encabezado por Hugo Sánchez y en el segundo los familiares de los bicampeones.
Por todos lados se agitaron las banderas con la imagen de un puma y los goyas se repetían una y otra vez celebrando la victoria conseguida en Monterrey.
Durante el recorrido, decenas de personas trataron de subir a lo alto de los autobuses descubiertos por las lisas paredes de las unidades móviles sin conseguirlo. Muchos consiguieron un autógrafo peleando sus prendas con otros que trataban de aprovechar la ocasión.
Los vehículos fueron rodeados desde que ingresaron por Florencia. Para llegar al Angel tardaron 40 minutos. Frente al autobús hubo quienes buscaron impedir que avanzara, pero luego se convirtieron en una especie de escoltas empujados por otro camión.
Dar un paso al lado del autobús era a veces ir levantado en vilo por la multitud que a toda costa trataba de estar lo más cerca posible de los auriazules. Hubo quienes se conformaron con: "al menos ya ví así de cerquita al Kikín" o "¿viste?, alcancé a tocar la mano de Bernal".
Los que más felices estaban fueron los que consiguieron un autógrafo, pero la mayoría de los osados se escurrió como aceite en las paredes de los turibuses. Hugo Sánchez dirigía la celebración, y junto con el Kikín era el que más porras y goyas motivó.
Cada vez que el Pentapichichi o Fonseca levantaban el trofeo de bicampeones el sonido de las voces aumentaba, pero había consignas que se repitieron, tal vez igual que los goyas, cuando los universitarios transitaban por Florencia, Reforma o Medellín: "Hugo no te vayas".
La súplica a mil voces no sólo se le hizo al también llamado Niño de Oro, sino hasta a su esposa con la frase: "Isabel, quédense... no dejes que Hugo se vaya".
Inclusive hubo veces que los fanáticos pumas corearon: "Hugo a la selección", Hugo para Presidente".
Así el tumulto abarcó todas las aceras de la parte oriente de Reforma y todo Medellín y atrás quedaron mantas con las leyendas: "Pumas: mi vida, mi pasión, mi locura" o "San Kikín".
Al paso de los turibuses, los coches ingenuamente estacionados en las calles por donde pasó el convoy sirvieron de gradas y mejores lugares para tratar de alcanzar a los bicampeones, que no pudieron abordar el autobús cerrado que los esperaba en avenida Chapultepec y Medellín.
Los jugadores tuvieron que seguir por esta última calle tratando de perderse de sus aficionados.
La celebración duró hasta la madrugada en El Angel, pero algunos siguieron la fiesta camino a la Basílica envueltos en su bandera de Pumas y llevando consigo una imagen de la virgen de Guadalupe.
La espera para la celebración fue larga, pues aunque el juego terminó a las nueve de la noche, los integrantes del conjunto universitario llegaron al monumento a la Independencia hasta las dos de la mañana y muchos seguidores del equipo decidieron marcharse antes, a la una de la mañana.
Sin embargo, para la mayoría de aquellos miles el frío no fue impedimento. Esperaron y las chelas, los tamales, el atole, los cooler, las porras y las vueltas al Angel, así como los recordatorios familiares a Miguel Herrera, técnico del Monterrey, fueron el consuelo de los eufóricos fanáticos.
Antes de la llegada del equipo al monumento coreaban porras para cada uno de los integrantes del conjunto, pero una vez que el grupo estuvo frente a ellos la petición principal fue que Hugo Sánchez no deje la dirección técnica de Pumas.
Los aficionados comenzaron a llegar casi inmediatamente que terminó el partido. Los primeros fueron aquellos que salieron de los bares y restaurantes de la Zona Rosa. Poco a poco de todas partes comenzaban a llegar al Angel en motos, coches, bicicletas o a pie.
Las banderas con los colores universitarios llenaron los alrededores de la Columna de la Independencia, luego, la macha azul y oro, blanco y azul, se esparció sobre Reforma, desde Insurgentes hasta la Diana, por Florencia, desde Avenida Chapultepec, luego desde Reforma hasta Durango, por Medellín.
De manera lenta pero constante los seguidores universitarios llegaban como en oleadas y los huecos se llenaron.
Después de las doce de la noche, cuando al menos era tres horas de espera, los policías de la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal ya no pudieron pasar entre los apasionados partidarios del equipo del Pedregal para quitarles las botellas o botes de chela, a fin de que no fueran utilizadas como proyectiles para agredir a otros asistentes.
Hacia la una de la mañana, cuando muchos de los asistentes decidieron retirarse, a algunos ya no bastaron las porras y los goyas y desesperados por querer estar cerca de sus ídolos comenzaron a lanzar proyectiles contra los uniformados que resguardaron el Angel de la Independencia, aunque no hubo ningún lesionado.
La celebración se desarrolló en calma y sin actos violentos. Hasta la una y media de la mañana los reportes policiacos daban un solo detenido por faltas a la moral.
El esplendor de la celebración llegó a las dos de la mañana, cuando por la avenida Chapultepec y Florencia aparecieron dos turibuses. En el primero venía el equipo encabezado por Hugo Sánchez y en el segundo los familiares de los bicampeones.
Por todos lados se agitaron las banderas con la imagen de un puma y los goyas se repetían una y otra vez celebrando la victoria conseguida en Monterrey.
Durante el recorrido, decenas de personas trataron de subir a lo alto de los autobuses descubiertos por las lisas paredes de las unidades móviles sin conseguirlo. Muchos consiguieron un autógrafo peleando sus prendas con otros que trataban de aprovechar la ocasión.
Los vehículos fueron rodeados desde que ingresaron por Florencia. Para llegar al Angel tardaron 40 minutos. Frente al autobús hubo quienes buscaron impedir que avanzara, pero luego se convirtieron en una especie de escoltas empujados por otro camión.
Dar un paso al lado del autobús era a veces ir levantado en vilo por la multitud que a toda costa trataba de estar lo más cerca posible de los auriazules. Hubo quienes se conformaron con: "al menos ya ví así de cerquita al Kikín" o "¿viste?, alcancé a tocar la mano de Bernal".
Los que más felices estaban fueron los que consiguieron un autógrafo, pero la mayoría de los osados se escurrió como aceite en las paredes de los turibuses. Hugo Sánchez dirigía la celebración, y junto con el Kikín era el que más porras y goyas motivó.
Cada vez que el Pentapichichi o Fonseca levantaban el trofeo de bicampeones el sonido de las voces aumentaba, pero había consignas que se repitieron, tal vez igual que los goyas, cuando los universitarios transitaban por Florencia, Reforma o Medellín: "Hugo no te vayas".
La súplica a mil voces no sólo se le hizo al también llamado Niño de Oro, sino hasta a su esposa con la frase: "Isabel, quédense... no dejes que Hugo se vaya".
Inclusive hubo veces que los fanáticos pumas corearon: "Hugo a la selección", Hugo para Presidente".
Así el tumulto abarcó todas las aceras de la parte oriente de Reforma y todo Medellín y atrás quedaron mantas con las leyendas: "Pumas: mi vida, mi pasión, mi locura" o "San Kikín".
Al paso de los turibuses, los coches ingenuamente estacionados en las calles por donde pasó el convoy sirvieron de gradas y mejores lugares para tratar de alcanzar a los bicampeones, que no pudieron abordar el autobús cerrado que los esperaba en avenida Chapultepec y Medellín.
Los jugadores tuvieron que seguir por esta última calle tratando de perderse de sus aficionados.
La celebración duró hasta la madrugada en El Angel, pero algunos siguieron la fiesta camino a la Basílica envueltos en su bandera de Pumas y llevando consigo una imagen de la virgen de Guadalupe.
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